MEDITACION VIPASSANA
Esta
es
la
meditación
a
través
de
la
cual
Gautama
el
Buda
se
Iluminó.
La
misma
palabra,
vipasana,
en
pali,
la
lengua
en
la
cual
Gautama
el
Buda
habló...
El
sentido
-el
sentido
literal-
de
la
palabra
es
«mirar»
y
el
sentido
metafórico
es
«ver»,
«observar».
Gautama
el
Buda
escogió
una
meditación
que
puede
ser
llamada
la
meditación
esencial.
Todas
las
demás
meditaciones
son
diferentes
formas
de
observación,
pero
«el
observar»
está
presente
en
toda
clase
de
meditación
como
una
parte
esencial;
no
puede
ser
omitido.
Buda
ha
suprimido
todo
lo
demás
y
se
ha
quedado
sólo
con
la
parte
esencial:
el
observar.
Hay
tres
pasos
en
la
observación.
Buda
es
un
pensador
muy
científico.
Empieza
con
el
cuerpo,
porque
es
lo
más
fácil
de
observar.
Es
fácil
observar
mi
mano
moverse,
mi
mano
alzarse.
Puedo
observarme
a
mí
mismo
paseando
por
la
calle,
puedo
observar
cada
paso
mientras
camino.
Puedo
observar
cuando
yo
estoy
comiendo.
O
sea,
que
el
primer
paso
en
el
vipasana
es
observar
los
actos
del
cuerpo,
que
es
el
paso
más
sencillo.
Cualquier
método
científico
empezará
siempre
por
lo
más
simple.
Mientras
se
observa
el
cuerpo
te
asombrarás
con
nuevas
experiencias.
Cuando
mueves
la
mano
observando,
estando
alerta,
conscientemente,
notarás
una
cierta
gracia
y
un
cierto
silencio
en
esa
mano.
Puedes
hacer
los
movimientos
sin
observar;
será
más
rápido,
pero
perderá
la
gracia.
Buda
acostumbraba
a
pasear
tan
despacio
que
muchas
veces
le
preguntaban
porqué
andaba
tan
lentamente.
El
decía,
«Es
parte
de
mi
meditación.
Siempre
caminar
como
si
estuvieras
adentrándote
en
un
río
de
agua
fría
en
invierno...
despacio,
alerta,
porque
el
agua
del
río
está
muy
fría;
alerta
porque
la
corriente
es
muy
fuerte;
observando
cada
uno
de
los
pasos
porque
puedes
resbalar
con
las
piedras
del
río».
El
método
es
siempre
el
mismo,
sólo
el
objeto
cambia
con
cada
paso.
El
segundo
paso
es
observar
la
mente.
Ahora
puedes
moverte
en
un
mundo
más
sutil:
observa
tus
pensamientos.
Si
has
sido
capaz
y
has
logrado
observar
el
cuerpo
no
va
a
haber
ninguna
dificultad.
Los
pensamientos
son
ondas
sutiles,
ondas
electrónicas,
ondas
de
radio,
pero
son
tan
materiales
como
tu
cuerpo.
No
son
visibles,
como
tampoco
el
aire
es
visible,
pero
el
aire
es
tan
material
como
las
piedras;
así
también
son
tus
pensamientos,
materiales
pero
invisibles.
Este
es
el
segundo
paso,
el
paso
medio.
Te
estás
moviendo
hacia
la
invisibilidad,
pero
todavía
es
material,
observa
tus
pensamientos.
La
única
condición
es:
no
juzgues.
No
juzgues,
pues
en
el
momento
en
que
empieces
a
hacer
juicios
te
olvidarás
de
observar.
No
hay
antagonismo
en
contra
del
hacer
juicios.
La
razón
por
la
que
está
prohibido
es
porque
en
el
momento
en
que
empiezas
a
juzgar
-
«éste
es
un
pensamiento
bueno»-
todo
este
espacio
no
lo
estabas
observando.
Empezaste
a
pensar,
te
involucraste.
No
pudiste
mantenerte
apartado,
estando
de
pie
al
lado
de
la
carretera
simplemente
contemplando
el
tráfico.
No
te
conviertas
en
un
participante,
ya
sea
para
adular,
o
para
valorar,
o
para
condenar.
No
debes
de
adoptar
ninguna
actitud
respecto
a
lo
que
está
pasando
en
tu
mente.
Deberías
observar
los
pensamientos
como
si
fuesen
nubes
pasando
por
el
cielo.
No
haces
ningún
juicio
sobre
ellas,
«Esta
nube
negra
es
muy
mala,
esta
nube
blanca
parece
un
sabio».
Las
nubes
son
nubes,
no
son
ni
malas
ni
buenas.
Así
son
los
pensamientos,
sólo
una
pequeña
onda
pasando
a
través
de
tu
mente.
Observa
sin
enjuiciar
y
te
encontrarás
con
una
gran
sorpresa.
A
medida
que
tu
observación
se
va
asentando,
los
pensamientos
vendrán
en
menor
número.
La
proporción
es
exactamente
la
misma:
si
estás
al
cincuenta
por
ciento
de
tu
capacidad
de
observación,
el
cincuenta
por
ciento
de
tus
pensamientos
desaparecerá.
Si
estás
el
sesenta
por
ciento
,
entonces
sólo
el
cuarenta
por
ciento
de
tus
pensamientos
estará
ahí.
Cuando
eres
el
noventa
y
nueve
por
ciento,
puro
observador,
sólo
de
vez
en
cuando
habrá
un
pensamiento
solitario,
un
uno
por
ciento,
pasando
por
la
carretera.
El
tráfico
habrá
desaparecido.
Esa
hora
punta
de
tráfico
ya
no
estará.
Cuando
estés
al
cien
por
cien,
sin
enjuiciar
y
siendo
sólo
un
observador;
querrá
decir
que
te
has
convertido
en
un
espejo,
porque
un
espejo
nunca
juzga.
Si
una
mujer
fea
se
mira
en
él,
el
espejo
no
hace
ningún
juicio.
Si
una
mujer
hermosa
se
mira
en
él,
para
el
espejo
no
hay
diferencia.
Si
nadie
se
mira
en
él,
el
espejo
es
tan
puro
como
cuando
alguien
se
refleja
en
él.
No
lo
mueve
ni
el
reflejo
ni
el
no-reflejo.
El
observar
se
convierte
en
un
espejo.
Este
es
uno
de
los
grandes
logros
de
la
meditación.
Has
recorrido
la
mitad
del
camino
y
esa
es
la
parte
más
dura.
Ahora
sabes
el
secreto
y
el
mismo
secreto
debe
ser
aplicado
a
diferentes
objetos.
De
los
pensamientos
debes
moverte
a
experiencias
más
sutiles:
emociones,
sentimientos,
estados
de
ánimo;
de
la
mente
al
corazón,
con
la
misma
condición:
sin
juzgar,
sólo
observando.
Y
la
sorpresa
será
que
la
mayoría
de
las
emociones,
sentimientos
y
estados
de
ánimo
te
poseen...
Cuando
estás
triste,
estás
poseído
por
la
tristeza.
Cuando
estás
enfadado,
no
es
algo
parcial.
Te
llenas
de
furia;
cada
fibra
de
tu
ser
está
palpitando
con
furia.
Mirando
el
corazón,
la
experiencia
será
que
ahora
nada
te
posee.
La
tristeza
viene
y
se
va,
tú
no
te
pones
triste.
La
felicidad
viene
y
se
va,
tú
no
te
vuelves
feliz
tampoco.
Todo
aquello
que
se
mueve
en
las
profundas
capas
de
tu
corazón
no
te
afecta
a
ti
para
nada.
Por
primera
vez
empiezas
a
probar
algo
de
lo
que
es
ser
un
Maestro.
Ya
no
eres
más
un
esclavo
al
cual
se
puede
empujar
y
tirar
de
aquí
y
de
allá,
al
que
cualquier
emoción
y
cualquier
sentimiento,
al
que
cualquiera
puede
molestar
por
cualquier
trivialidad.
Cuando
te
conviertes
en
un
observador
del
tercer
paso,
te
convertirás
por
primera
vez
en
un
Maestro:
nada
te
molesta,
nada
se
apodera
de
ti;
todo
quedará
lejos,
muy
abajo,
y
tú
estarás
en
la
cúspide
de
la
montaña.
Estos
son
los
tres
pasos
del
vipasana.
Estos
tres
pasos
te
llevan
a
la
puerta
del
templo,
que
está
abierta.
Cuando
te
has
convertido
en
un
perfecto
observador
de
tu
cuerpo,
de
tu
mente
y
de
tu
corazón,
entonces
ya
no
puedes
hacer
nada
más;
entonces
debes
esperar.
Cuando
la
perfección
es
completa
en
estos
tres
pasos,
el
cuarto
paso
sucede
por
sí
solo
como
recompensa.
Es
un
salto
cuántico
del
corazón
al
ser,
al
centro
mismo
de
tu
existencia.
Tú
no
puedes
hacerlo;
sucede.
Has
de
acordarte
de
esto.
No
intentes
darlo,
porque
si
intentas
dar
este
paso,
ten
por
seguro
que
fracasarás.
Es
un
suceso.
Tú
preparas
tres
pasos,
el
cuarto
paso
es
una
recompensa
de
la
existencia
misma;
es
un
salto
cuántico.
De
repente,
tu
fuerza
vital,
tu
observación,
entra
en
el
centro
mismo
de
tu
ser.
Has
llegado
a
casa.
Puedes
llamarlo
Autorrealización,
puedes
llamarlo
Iluminación,
puedes
llamarlo
Ultima
Liberación,
pero
no
hay
nada
más
allá
de
esto.
Has
llegado
al
final
de
la
búsqueda;
y
has
encontrado
la
verdad
misma
de
la
Existencia
y
el
gran
éxtasis
que
trae
como
sombra
alrededor
de
sí.
Meditación
no
es
trabajo.
Meditación
es
puro
éxtasis.
A
medida
que
vas
más
hacia
adentro,
te
encuentras
con
espacios
más
y
más
hermosos,
puntos
más
y
más
luminosos.
Son
tu
tesoro.
Silencios
más
y
más
profundos
que
no
son
solamente
la
ausencia
del
ruido,
sino
la
presencia
de
una
canción
sin
sonido:
musical,
viva
y
danzarina.
Cuando
llegas
al
último
punto
de
tu
ser,
al
centro
del
ciclón,
has
encontrado
a
Dios;
no
como
una
persona,
sino
como
luz,
como
consciencia,
como
verdad,
como
belleza,
como
todo
lo
que
el
hombre
ha
estado
soñando
durante
siglos.
Y
estos
tesoros
soñados
están
escondidos
en
su
interior.
No
es
una
práctica
problemática,
tortuosa,
ascética;
es
muy
agradable,
musical,
poética
y
se
convierte
más
y
más,
en
una
pura
alegría.
No
es
trabajo,
es
oración,
la
única
oración
que
conozco.
Para
mí,
oración
significa
que
has
alcanzado
tu
ser,
que
sientes
una
tremenda
gratitud
hacia
la
existencia.
Esa
gratitud
es
la
única
y
auténtica
oración;
todas
las
demás
oraciones
son
ficticias,
falsas,
pseudo,
fabricadas.
Esta
gratitud
emergerá
de
tu
interior
como
una
fragancia
saliendo
de
las
rosas.
Un
swami
judío
invita
a
cenar
a
una
exhuberante
«ma».
Van
al
restaurante
más
caro
de
Puna
y
lo
celebran
con
espagueti
italiano,
sushi
japonés
y
vino
francés.
De
postre
eligen
pastel
alemán
de
chocolate
y
terminan
con
café
brasileño.
Cuando
el
camarero
trae
la
cuenta,
Goldstein
se
da
cuenta
de
que
se
ha
dejado
la
cartera
en
casa.
Entonces
saca
la
fotografía
de
Osho
y
se
la
da
al
camarero.
«¿Qué
es
esto?»,
pregunta
el
camarero.
«Mi
tarjeta
de
crédito
»,
responde
Goldstein.
¡La
meditación
es
tu
tarjeta
de
crédito!
Osho:
El
Rebelde,
9
de
Junio
de
1987,
por
la
mañana
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