LAS EMOCIONES
La
energía emocional es un regalo de Dios. En nuestro interior albergamos
el poder de bendecir o enloquecer al mundo. Como todo poder, lo podemos
emplear a favor o en contra de nuestros propios intereses, pues las
emociones nos estimulan o atrapan. Como la electricidad, sirven para
iluminar o para crear una bomba. Las emociones descontroladas son la
fuerza más destructiva de la tierra, y las más consagradas, las más
curativas.
Las
emociones pueden conducirnos a Dios o al infierno. Nos pueden salvar
o ahogar. Todo depende de cómo empleemos nuestra energía.
Podemos
denominar energías “encadenantes”, al miedo, la ira, el remordimiento,
la preocupación, el resentimiento, el odio, la falta de estima o
cualquier variante de todas ellas. Estas emociones no nos benefician,
descontrolan nuestra energía vital y causan la liberación de una
tremenda cantidad de toxinas. Más allá de los daños físicos,
las emociones distorsionan la percepción y enturbian nuestra capacidad
de disfrutar de relaciones gratificantes y afectivas. Además, las
emociones descontroladas crean una cortina de confusión a nuestro
alrededor y tienden a enturbiar la claridad de cualquier persona
sensible que esté cerca. En resumen, son inútiles tanto para
nosotros como para el mundo.
No
hay nada de malo en experimentar este tipo de emociones, ni es
necesario sentirse culpable por ellas. No son más que el residuo
natural de un estado inicial de evolución que todos llevamos dentro
pero lo cierto es que en determinada etapa de nuestro desarrollo nos
damos cuenta de que no ayudan a crear una vida armoniosa ni paz
interna, ni hacen un buen servicio al mundo. Descubrimos que las
palabras y las acciones cariñosas y tranquilas funcionan, mientras
que las desenfrenadas no. En ese instante de realización las viejas
emociones empiezan a desaparecer, porque ya no creemos en su utilidad.
En
la práctica Zen el roshi o maestro siempre recomienda más Zazen
(meditación). Independientemente del problema solo eso se recomienda
para actuar con eficiencia en el mundo.
Podemos
unir nuestra energía con otras que sirven a nuestros ideales, y así
cosechar los beneficios acumulados de todos aquellos que han vivido en
la Verdad. Al hacerlo nos estamos uniendo a Gandhi en su marcha por la
libertad de la India. Cuando pensamos o actuamos con fe, estamos al
lado de Moisés a orillas del Mar Rojo. Y cuando amamos, nos unimos a
Jesús en su Sermón de la Montaña. Expresado de una forma más directa,
cuando amamos nos transformamos en el Cristo.
Es
la promesa de la Gracia. Cuando cultivamos las emociones más
elevadas de alegría, paz. Aprecio, devoción y entusiasmo, nos subimos
en la alfombra mágica de los pensamientos y acciones acumulados por
todos aquellos que han amado y sido bondadosos. Y cuando abrimos los
brazos y mostramos a agradecimiento, recibimos bendiciones muchos
mayores de lo que corresponde a nuestro pequeño acto.
Cada
acto de amor encierra infinito poder, y lo mismo ocurre con cada
pensamiento cultivado en nombre del Amor. El mundo se encuentra en la
triste situación actual porque subestimamos la tremenda importancia de
lo que pensamos y sentimos. La salvación sólo sucederá si aceptamos que
la más mínima acción es una forma de y expresar al mundo.
De
nuevo debemos elegir. Dado que las emociones son simplemente una
extensión burda de los pensamientos, el secreto de la transformación
emocional posee la misma naturaleza que la mental. El destino siempre
está en tus manos. No creamos las elecciones, pero no cabe duda de
que tenemos el poder de elegir una u otra. No creamos a Dios, pero
podemos llegar a conocerlo. No creamos el amor, pero podemos
Encarnarlo.
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