TODO ES PERFECTO
“Hay
tres tipos de personas, dijo el filósofo. Los que se quejan: ¡es
demasiado!; los que argumentan: ¡No es suficiente! y los que sonríen y
dicen: ¡Es perfecto!”.
Estos
tres grupos simbólicos pueden en realidad verse reducidos a dos:
aquellos que practican complacencia y los que no. “Es demasiado o “No
es suficiente” son las dos caras de la moneda, puesto que tener
demasiado de lo que no queremos implica no tener suficiente de lo que
queremos. Estamos continuamente practicando la Presencia de Dios o
su Ausencia. No existe un término medio.
La maestría de la complacencia se logra con la práctica Abrahán Lincoln dijo en una ocasión: “la mayoría de las personas son lo felices que desean ser”.
Como el agradecimiento y las actitudes positivas, la complacencia no
se nos concede como obsequio, aunque siempre está presente. Sólo
tenemos que dejar que el agradecimiento inunde la mente, pues la
complacencia no es un estado de las cosas, sino de la mente.
Si
el dinero hiciese feliz a la gente, los millonarios se sentirían
felices después del primer millón. Si el sexo nos satisficiera,
aquellos que tienen una relación o estén casados no buscarían más
allá. Si el poder fuese una fuente de paz, los jefes de estados serían
las personas más felices del mundo. Pero todos sabemos que las
personas con dinero, vida sexual y poder no son las más felices, de
hecho, normalmente son más infelices. ¿Por qué? Porque alguien que
vive en un estado de búsqueda nunca puede ser feliz. Sólo aquellos que
están constantemente encontrando se sienten satisfechos. Y el
descubrimiento no es algo que sucede: es algo que hacemos.
En los últimos años he practicado un mantra muy poderoso: “¡Es perfecto”.
No es un mantra para recitar sentado y con los ojos cerrados, aunque
también podríamos hacerlo así. Es más bien un mantra para la vida
cotidiana. Transforma los problemas en bendiciones. Son palabras que
curan y una aserción de la verdad.
Cuando
miramos la vida con una mente lúcida, vemos que nos da suficiente.
Para ganar el juego de la vida, debemos alinear nuestras mentes con
un estado de complacencia y, si es preciso, trabajar un poco en ello.
No
cuenta tanto lo que hacemos como lo que pensamos que hacemos. Podemos
tomar cualquier fracaso y hallar un modo de transformarlo en éxito.
Había un hombre en Sudáfrica que vendió su granja por una miseria,
porque la tierra era demasiado rocosa y difícil de labrar. Los
compradores examinaron la propiedad con más cuidado y hoy es la famosa
mina de diamantes de Kimberly.
Cuando
escarbamos más profundamente en nuestra “tierra” descubrimos que
está bien cuidada. Debemos aprender a distinguir entre necesidades y
deseos. Con mucha frecuencia escucho la palabra “quiero” escondida
bajo un “necesito”. Nuestras necesidades son simples. Mi amado San
Francisco de Asís dijo: “Observo al gorrión disfrutar con unas gotas de agua. ¡Que libres son los pájaros que necesitan tan poco y vuelan tan alto!” Sólo cuando creemos necesitar más de lo que en realidad necesitamos, perdemos de vista nuestras aspiraciones.
Albergamos
demasiadas ideas y opiniones sobre cómo las cosas podrían ir mejor
si hiciésemos esto o lo otro o si estuviésemos allí en vez de aquí.
Sin embargo, con frecuencia el pasaje a la satisfacción consiste en ser
diestros con lo que tenemos entre manos. Si hacemos bien lo que
tenemos en este momento, no tenderemos que preocuparnos de buscar
modos de avanzar, porque Dios es el mejor manager del mundo y cuidará
de nosotros.
Hay
suficiente para todo el mundo. Creamos la escasez cuando empezamos a
temerla. Las guerras, el hambre y la escasez surgen cuando alguien
tiene miedo de que no haya suficiente, cuando una persona, grupo o
nación empieza a actuar por temor. Dios y la Madre Tierra (el
Símbolo Divino de la Abundancia) nunca han dejado de sustentarnos.
No
podemos culpar a Dios si elegimos esquivar a la providencia; debemos
estar dispuestos a aceptarla. Si pudiésemos perseverar y no actuar por
miedo a la escasez, la abundancia en la tierra se manifestaría con
la plenitud que le corresponde.
Pensar
“demasiado de…”, tampoco obedece a la corriente de la vida. En
nuestro esfuerzo por encontrar el verdadero significado de la vida
espiritual, a veces confundimos el desapego con la autonegación
innecesaria. En las primeras etapas del camino, algunos buscadores
creen que menospreciar el dinero, abandonar las posesiones, no
bañarse o no comer son actividades espirituales que demuestran su grado
de renuncia. El verdadero desapego consiste en poder tomarlo o
dejarlo, dependiendo de lo que las circunstancias requieran.
Yogananda dijo: “Acepta lo que venga por sí solo”.
Yo solía evitar el dinero, los regalos, las experiencias y la gente
por miedo a sentir apego o a comportarme como un egoísta. Mi
error consistió en apegarme al hecho de no estar apegado.
Somos
hijos de plenitud, somos los herederos de las riquezas del universo,
recordemos que somos merecedores de abundancia, primero hay que
reconocer nuestra riqueza espiritual y los bienes materiales
también serán nuestros. Cada uno de nosotros posee suficiente.
Confiemos en que el Creador nos apoyará y sustentará nuestra vida
material.
Abramos
los corazones para recibir, extendamos las manos para que por ellas
corran las bendiciones que servirán al mundo expectante. Confortemos a
nuestros semejantes. Desprendámonos de los sentimientos de vacuidad y
continuemos experimentando el origen del todo. Cuando vean todo
lleno, lo verán tal como Dios lo creo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario