martes, 31 de julio de 2012

HISTORIA DE LA COCA


La coca (Erythroxylum coca) es un arbusto originario de los Andes que crece hasta 2,5 metros de altura, de tallos leñosos y hojas elipsoidales, pequeñas y de color verde intenso. Sus flores son minúsculas y de color banco. Sus frutos, de color rojo, tienen forma ovoide y miden alrededor de un centímetro.
Desde los albores de las civilizaciones andinas -que hoy en día conocemos más que todo por sus tumbas- se presente una planta, a lo largo del continente Sur Americano: la coca. En las tumbas se encuentren hojas, bolsitas con hojas, vasijas con hojas, vasijas en forma de cabeza con una bola de hojas en la boca, vasijas con cabeza de dioses con coca….
Nada de eso con respeto a la papa o la maíz, dos otras plantas de gran uso en el mundo de las culturas originarias. Es que la coca es única en el herbario andino. Planta nutritiva y medicinal a la vez, la coca además de estimular la sangre y la buena digestión incita también la agilidad mental. En la cordillera, donde la vida sigue su rumbo tradicional, siempre se encuentre un altar donde ofrecer unas hojas a la Pachamama, la sagrada tierra.
Durante miles de años el hombre andino ha utilizado la hoja de coca en su quehacer diario, para darle animo en los momentos pesados, reforzar sus lazos sociales en los momentos estelares de su vida, cuidar de su salud física y espiritual y servirle de obsequio a sus dioses. La hoja de la coca ha sido como el guardián de las respetuosas relaciones que el hombre andino mantiene con la tierra y la vida que brota de ella. Aunque los grandes señores del ámbito andino desvirtuaron el uso de la coca para sus propios intereses, es recién con la llegada de los europeos que el uso comenzó a ser prohibido y el usuario perseguido. Así es que al darse cuenta de la religiosidad del uso, los padres católicos, con la excusa de la extirpación de idolatrías, hicieron decretar el fin de la era de la coca.
 
Ante la tenaz insistencia del hombre andino en el uso de su planta sagrada, los conquistadores la utilizaron para explotarle como bestia de carga y labor en las faenas mineras y agrícolas. En el siglo XX, los Estados Unidos, esta vez bajo la cobertura de las Naciones Unidas y su preocupación con el uso de estupefacientes –basado en fabricaciones científicas discriminatorias que alegaban entre otras cosas que era la coca la que había vuelto al hombre andino en una bestia- hicieron firmar a todos los estados del mundo la Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes. El documento, entre otras estipulaciones, criminalizaba la hoja de la coca y exigía que los pueblos andinos abandonaran su uso dentro de 25 años a partir de la entrada en vigor de la convención. Como después de este lapso la coca seguía siendo masticada por los andinos, los EE.UU. utilizaron una epidemia de fumadores de coca en forma de crack como pretexto para iniciar una Guerra a las Drogas, mandando fuerzas policiales y militares para acabar con el cultivo de la planta, las mismas que aterrorizan hasta hoy en día los pueblos andinos.
Esta continua actitud colonizadora no es de sorprender de quienes construyen su felicidad sobre la capitalización de sus semejantes. Lo verdadero escandaloso es que las mismas NN.UU.que proclamaron en 1948 una solemne Declaración Universal de los Derechos Humanos para garantizar, entre otros, el derecho a la libertad de religión, incluyendo la libertad de manifestar su religión individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia - sean las que, poco tiempo después, autorizaron una convención escandalosa y vergonzosa que viola sistemáticamente el derecho a la libertad de religión y de culto de los pueblos andinos. Ello a pesar de que el artículo 28 del fundamental documento de 1948 reza, textualmente, toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos. En otras palabras: que todo Aymara, Quechua u otra persona de cualquiera raza, tiene el derecho, si así lo desea y donde sea que este en el mundo, de adquirir y usar libremente la hoja de la coca.
Los pueblos andinos han visto pasar, desde aquel fatídico día en 1532, hombres blancos que en una mano tenían libros que proclamaban la superioridad de sus creencias y en la otra el bastón para el indio que no quería aceptar esa realidad. Ahora que Mama Coca ha llevado su gente al poder soberano, devolviendo el bastón a sus manos, ha llegado el momento para que los europeos y su prole americano saquen la hoja de su lista sacrílega y respeten su palabra en la Carta Magna de los DD.HH., respeten la hoja sagrada y respeten los pueblos andinos, su culto y su religión.
“¡Causachun coca!” “¡Viva la coca!”

No hay comentarios:

Publicar un comentario