sábado, 20 de octubre de 2012

LAS EMOCIONES

 
La  energía emocional es un regalo de Dios. En nuestro interior albergamos el poder de bendecir o enloquecer al mundo. Como todo poder, lo podemos emplear a favor o en  contra de nuestros propios intereses, pues las  emociones nos  estimulan o  atrapan. Como la electricidad, sirven para iluminar o para crear una bomba. Las emociones  descontroladas son la  fuerza más  destructiva de la tierra, y las  más  consagradas, las más  curativas.

Las emociones pueden  conducirnos a Dios o al  infierno.  Nos pueden salvar o ahogar. Todo depende de cómo empleemos  nuestra energía.

Podemos denominar energías “encadenantes”, al miedo, la ira, el remordimiento, la preocupación, el resentimiento, el  odio, la  falta de estima o cualquier  variante de todas ellas. Estas emociones  no nos  benefician, descontrolan nuestra  energía  vital y causan la liberación de una tremenda cantidad de  toxinas.  Más allá de los daños  físicos, las emociones distorsionan la percepción y enturbian nuestra  capacidad de disfrutar de relaciones  gratificantes y afectivas. Además, las emociones  descontroladas crean una cortina de  confusión a nuestro alrededor y tienden a enturbiar la claridad de  cualquier persona sensible que esté  cerca. En resumen,  son inútiles tanto  para nosotros  como para el mundo.

No hay nada de  malo en experimentar este  tipo de emociones, ni  es necesario sentirse  culpable por ellas. No son  más que el  residuo natural de un estado inicial de evolución que todos  llevamos dentro pero lo cierto es que en  determinada etapa de nuestro desarrollo nos damos cuenta de  que no ayudan a  crear una vida armoniosa ni paz interna, ni hacen un buen servicio al mundo. Descubrimos que las palabras y las  acciones  cariñosas y tranquilas  funcionan,  mientras que las  desenfrenadas  no. En ese instante de realización las viejas emociones empiezan a desaparecer, porque ya no creemos en  su utilidad.

En la práctica  Zen el  roshi o maestro siempre  recomienda más  Zazen (meditación).  Independientemente  del problema  solo eso se  recomienda para actuar con eficiencia en el  mundo.

Podemos  unir nuestra  energía con otras que  sirven a nuestros ideales, y así cosechar los beneficios acumulados de todos aquellos que han  vivido en la Verdad. Al hacerlo nos estamos uniendo a Gandhi en  su marcha por la libertad de la  India. Cuando pensamos  o actuamos con fe, estamos al lado de Moisés a  orillas del Mar Rojo. Y cuando amamos, nos unimos a  Jesús en su Sermón de la  Montaña. Expresado de una forma más  directa, cuando  amamos nos  transformamos en el Cristo.

Es la promesa de la  Gracia.  Cuando cultivamos las emociones más elevadas de alegría, paz. Aprecio, devoción y entusiasmo, nos  subimos en la alfombra mágica  de los pensamientos y acciones acumulados por todos aquellos que han amado y sido bondadosos.  Y cuando abrimos los  brazos  y mostramos a agradecimiento, recibimos bendiciones muchos mayores de lo que corresponde a nuestro pequeño acto.

Cada  acto de amor encierra infinito poder, y lo  mismo ocurre con cada  pensamiento cultivado en nombre del Amor. El  mundo se  encuentra en la triste situación actual porque subestimamos la tremenda importancia de lo que pensamos y sentimos. La salvación sólo sucederá  si aceptamos que la más  mínima  acción es  una  forma de  y expresar al mundo.

De nuevo debemos  elegir. Dado que las emociones  son simplemente una  extensión burda  de los pensamientos, el secreto de la  transformación emocional posee la misma  naturaleza que la mental. El destino siempre está  en  tus manos.  No creamos las  elecciones, pero no cabe  duda de que tenemos el  poder de elegir una u  otra.  No creamos a  Dios, pero podemos llegar a conocerlo.  No creamos el amor, pero podemos Encarnarlo.

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