sábado, 13 de octubre de 2012

 TODO ES PERFECTO


“Hay  tres tipos de personas, dijo el filósofo. Los  que se quejan: ¡es demasiado!; los que argumentan: ¡No es  suficiente! y los que  sonríen y dicen: ¡Es  perfecto!”.

Estos  tres grupos simbólicos pueden en realidad  verse  reducidos a dos: aquellos que practican  complacencia y los que no. “Es demasiado o “No es  suficiente” son las dos  caras de la moneda, puesto que tener  demasiado de lo que no queremos implica  no tener  suficiente de lo que queremos. Estamos  continuamente  practicando la Presencia  de Dios  o su Ausencia.  No existe un término medio.


La  maestría de la complacencia  se logra  con la práctica Abrahán  Lincoln dijo en una ocasión: “la mayoría de las personas  son lo  felices  que desean ser”. Como el agradecimiento y las actitudes positivas, la  complacencia no se nos  concede  como obsequio, aunque siempre está  presente. Sólo  tenemos  que dejar  que el agradecimiento inunde la mente, pues la  complacencia no es  un estado de las  cosas, sino de la mente.

Si el dinero hiciese  feliz a la  gente, los millonarios se sentirían felices después  del primer  millón. Si el  sexo nos  satisficiera, aquellos que tienen  una relación  o  estén  casados no buscarían más allá. Si el poder fuese una  fuente  de paz, los jefes de estados serían las personas más felices del mundo. Pero todos sabemos que las personas  con dinero, vida sexual  y poder no son las más felices, de hecho, normalmente son más  infelices.  ¿Por qué? Porque alguien que  vive en un estado de búsqueda nunca puede ser feliz. Sólo aquellos que están constantemente encontrando se sienten satisfechos. Y el descubrimiento no es algo que sucede: es algo que hacemos.

En los últimos  años he  practicado un mantra  muy poderoso: “¡Es  perfecto”.  No es un mantra para  recitar sentado y con los ojos cerrados, aunque también podríamos  hacerlo así. Es más bien un mantra para la vida  cotidiana. Transforma los problemas en  bendiciones. Son palabras que curan y una aserción de la verdad.

Cuando miramos la vida  con una mente  lúcida, vemos que nos  da  suficiente. Para  ganar  el juego de la vida, debemos alinear nuestras  mentes con un estado de complacencia y, si es preciso, trabajar un poco en ello.

No  cuenta  tanto lo que hacemos como lo que pensamos que hacemos. Podemos tomar cualquier fracaso  y hallar un modo de transformarlo en éxito. Había un  hombre en Sudáfrica que  vendió su granja por una miseria, porque la tierra era demasiado  rocosa y difícil de labrar. Los  compradores examinaron la propiedad con más  cuidado y hoy es la famosa mina  de diamantes de  Kimberly.

Cuando escarbamos más  profundamente en  nuestra  “tierra” descubrimos que está  bien cuidada. Debemos aprender a distinguir entre necesidades  y deseos. Con  mucha  frecuencia escucho la  palabra “quiero” escondida bajo un “necesito”. Nuestras  necesidades son simples.  Mi amado  San Francisco de Asís dijo: “Observo al  gorrión disfrutar con unas  gotas de agua. ¡Que libres  son los pájaros que necesitan tan poco  y vuelan tan alto!” Sólo  cuando  creemos  necesitar  más  de lo que en realidad  necesitamos, perdemos de vista nuestras aspiraciones.

Albergamos  demasiadas  ideas  y opiniones sobre cómo las  cosas  podrían ir mejor  si hiciésemos esto o lo otro o si estuviésemos allí  en vez de aquí.  Sin embargo, con frecuencia el pasaje  a la satisfacción consiste en ser diestros con lo que tenemos entre manos. Si hacemos  bien lo que tenemos  en este  momento, no tenderemos que preocuparnos de  buscar  modos de avanzar, porque Dios es el mejor  manager  del mundo y cuidará de nosotros.

Hay suficiente para todo el mundo. Creamos la escasez  cuando empezamos a  temerla. Las  guerras, el hambre y la escasez surgen  cuando alguien tiene  miedo de que no haya  suficiente, cuando una persona, grupo o nación empieza a  actuar por  temor. Dios y la  Madre Tierra (el Símbolo  Divino  de la  Abundancia) nunca  han dejado de sustentarnos.

No podemos culpar a Dios si elegimos esquivar a la  providencia; debemos estar dispuestos  a aceptarla. Si pudiésemos  perseverar y no actuar por miedo a la  escasez, la abundancia en la  tierra se  manifestaría con la plenitud que le corresponde.

Pensar  “demasiado de…”, tampoco obedece  a la  corriente de la  vida. En nuestro esfuerzo por encontrar el verdadero  significado de la vida espiritual, a veces  confundimos el  desapego  con la  autonegación  innecesaria. En las primeras  etapas del camino, algunos  buscadores  creen  que menospreciar  el dinero, abandonar las  posesiones, no  bañarse o no comer son actividades espirituales que demuestran su grado de renuncia. El  verdadero desapego  consiste en  poder  tomarlo  o dejarlo, dependiendo de lo que  las  circunstancias  requieran.  Yogananda  dijo:   “Acepta  lo que venga por  sí  solo”.   Yo solía  evitar el dinero, los regalos, las experiencias y la gente  por miedo  a sentir  apego  o a  comportarme  como un egoísta.  Mi error  consistió en apegarme al hecho  de no estar  apegado.

Somos hijos de plenitud, somos los  herederos de las  riquezas del  universo, recordemos que somos merecedores  de abundancia, primero hay que reconocer  nuestra riqueza  espiritual y los  bienes  materiales  también  serán nuestros. Cada  uno de nosotros posee  suficiente.  Confiemos en que el Creador nos  apoyará  y sustentará  nuestra vida material.

Abramos los corazones para recibir,  extendamos las manos  para que por ellas corran las bendiciones que servirán al mundo expectante.  Confortemos a  nuestros semejantes.  Desprendámonos de los sentimientos de  vacuidad y continuemos  experimentando el origen del todo. Cuando vean  todo  lleno, lo verán  tal  como  Dios  lo creo…

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