LOS CAMPOS MORFOGENETICOS
Según
numerosos experimentos, se ha comprobado la conexión espiritual
existente entre todos los seres vivos de una misma especie, gracias a la
cual es posible que todos los miembros logren un aprendizaje
compartido, al alcanzar lo que se conoce como “masa crítica”,
consistente en un número suficiente de miembros que hayan asimilado la
enseñanza en particular.
EXPERIMENTOS REALIZADOS
Con Árboles
Un
experimento consistió en quitar todas las hojas a un árbol. Como era
previsible, empezó a segregar más savia para reemplazar las hojas que
había perdido, así como una sustancia protectora contra los parásitos.
Curiosamente, los árboles vecinos de la misma especie empezaron a
segregar la misma sustancia antiparasitaria que el árbol agredido.
Con Monos
Este
experimento se denominó del “centésimo mono”. En 1952, en la isla
Koshima, próxima a Japón, los científicos empezaron a proporcionar a los
monos Macaca Fuscata patatas dulces que dejaban caer en la arena. Les
gustó su sabor, pero las rechazaron al estar sucias por la arena, hasta
que una mona joven (de 18 meses) las lavó y las comió. Enseñó el truco a
su madre y a otros compañeros jóvenes. Los monos mayores no
aprendieron, excepto aquellos que tenían hijos jóvenes, quienes
enseñaron el truco a sus padres. Entre 1952 y 1958 todos los monos
jóvenes y sus padres incorporaron este avance. Un día de otoño de 1958,
cierto número de monos -se desconoce la cantidad exacta, pero supongamos
que eran 99 - lavaba las patatas dulces. Y al día siguiente (supongamos
también) por la mañana, el mono número cien aprendió a lavarlas. Por la
tarde todos los monos de la tribu lavaron sus patatas antes de
comerlas. La suma de energía de aquel centésimo mono creó, en cierto
modo, una masa crítica y, a través de ella, una eclosión ideológica...
Pero lo más sorprendente es que las colonias de monos de otras islas,
sin contacto con los anteriores, así como el grupo continental de monos
de Takasakiyama, empezaron también a lavar sus patatas dulces...
Parece
que, en base a estos experimentos, podemos afirmar que cuando un número
limitado de individuos conocen un nuevo método, sólo es propiedad
consciente de ellos mismos; pero existe un punto en el que, con un
individuo más que sintonice con el nuevo conocimiento, éste llega a todo
el colectivo (Datos tomados de: Miguel BLANCO “2012. MAYAS, los señores
del tiempo", La Esfera de los Libros).
Otro
experimento similar es el llevado a cabo también por Rupert Sheldrake.
Introdujo unas ratas de laboratorio en un laberinto especialmente
complicado. Tras numerosísimos intentos, por fin aquellas ratas lograron
encontrar la salida. A partir de ahí, empiezan los datos llamativos:
los hijos de esas ratas fueron capaces de salir del laberinto en su
primer intento; pero –todavía más curioso- lo mismo ocurrió con ratas de
la misma especie, a las que se sometió a ese experimento en las
antípodas.
A
partir de aquí, Sheldrake acuñó el concepto de “campos morfogenéticos”
para tratar de explicar los cambios que ocurren entre miembros de una
misma especie, sin que haya mediado contacto “físico” entre ellos.
¿Quizás
nuestras conexiones con los demás son mucho más fuertes de lo que
creemos y nuestro grado de determinación e influencia en el mundo es
mucho más potente de lo que nos parece?
¿Tenía
razón Maharishi Mahesh Yogi cuando decía que "si el 10% de la población
mundial meditase, se lograría que el restante 90% de los habitantes del
planeta cambiaran su forma de pensar"?
Lo
que parece innegable es que el futuro de la humanidad y del planeta
dependen de que el ser humano crezca en consciencia. O, dicho con más
propiedad, de que podamos pasar de una “conciencia egóica” a otra
“conciencia unitaria”. Por eso, todo lo que hagamos en esa dirección
contribuye a acrecentar la “masa crítica” que haga posible el cambio. Y
también por eso, favorecer la transformación o expansión de la
conciencia –vivir en presente, acallar la mente, entregarse a los otros,
desapropiarse del yo, meditar…- es un acto de amor a toda la humanidad.
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