EL FIN DEL MUNDO
El fin del Mundo, el fin de la
civilización desarrollada sobre la Tierra sucede cada 26.000 años. Eso
dura el Gran Ciclo Cósmico que determina la existencia de cataclismos
periódicos generados por uno de los 4 elementos. Hace 13.000 años -nos
encontramos exactamente en el punto medio del actual Gran Ciclo- sucedió
el diluvio universal y fue el elemento agua el que produjo la
destrucción de la anterior civilización Atlante. El Sol activado desde
el centro de la galaxia, intensificó su irradiación de energía hacia la
Tierra, generando el derretimiento de la capa de hielo que en ese
momento cubría todos los continentes. El agua del deshielo, cayó al mar y
elevó su nivel en 120 metros, una enorme evaporación generó una lluvia
permanente que se prolongó por mucho tiempo. Como resultado la cadena de
islas donde se encontraba Poseidonis -su capital- ubicadas sobre el
punto de contacto entre las placas tectónicas que sostienen el Océano
Atlántico, se hunden bajo las aguas.
Hace 39.000 años el cataclismo
-esta vez lo originó el elemento fuego- cuando la erupción simultánea de
todos los volcanes sobre la Tierra causó la destrucción de Lemuria. La
civilización que se encontraba en el centro del Océano Pacifico, donde
hoy se encuentran las islas de Hawai.
Esos eventos no sucedieron por
casualidad, forman parte de un Plan Supremo, diseñado por la Divinidad
para permitir la aparición periódica de nuevas realidades, de nuevos
ordenes sociales capaces de generar nuevas experiencias que permitan
encontrar nuevas comprensiones -sobre su propia esencia, sobre la
realidad en la que existen y sobre la esencia del amor- a la diversidad
de seres que reencarnan sobre la Tierra, mientras esta y el sistema
solar, avanzan por el espacio.
Sucede lo mismo -pero a una escala
más pequeña- con las vidas de todos los seres humanos a quienes el fin
de su mundo, de su personalidad y de sus correspondencias de
aprendizaje, sucede en un intervalo máximo de 80-100 años. Tiempo
exacto en que su mente se cristaliza, ya no quiere aprender nada nuevo
porque cree que ya lo sabe todo, ya no desea obtener nuevas
comprensiones, lo que detiene el proceso evolutivo de su consciencia. En
ese momento sobreviene la llamada ¨muerte¨ que le da la oportunidad de
cambiar su cuerpo, su sistema de creencias y sus correspondencias de
aprendizaje. Nace en otro lugar, en el seno de una nueva familia de la
que hereda nuevos y distintos recursos, en una nueva cultura para darle
la oportunidad de cambiar totalmente el punto de vista que tenía sobre
la realidad y gracias a ello obtener nuevas comprensiones sobre la vida y
sobre el propósito de la consciencia.
La intención creadora de un
universo con cien mil millones de soles, alrededor de los cuales órbitan
infinidad de planetas, donde una eterna sucesión de seres tienen
experiencias en carne propia, no es otra que la manifestación de la
potencialidad divina para encontrar comprensiones sobre su propia
esencia, infinita y eterna. Un niño recién nacido tiene la potencia de
ser astronauta, pero no obtendrá las comprensiones que serlo le
producen, hasta que no crezca y se convierta en uno. El absoluto creador
tiene la potencia de ser lo que desee, lo que su voluntad decida, sin
embargo su potencia de ser no le genera comprensión hasta que no sea
convertida en actualidad, en experiencia presente. El infinito ser
manifiesta -dentro de si mismo y de si mismo- una infinidad de seres,
capaces de vivir una sucesión infinita de experiencias finitas, en las
que libres y con el poder para crear la realidad que deseen, obtienen
comprensiones sobre su propia esencia de amor. Su libertad es total, sin
temor a castigos en infiernos eternos, pueden incluso atentar o actuar
en contra del orden que sustenta la realidad misma.
El absoluto no busca
que tengan conductas que el considera ideales, esto limitaría la
capacidad para encontrar comprensión sobre su propia potencialidad, que
es el propósito de la vida. Solo dispone una regla muy sencilla, pueden
crear lo que deseen -de la misma manera que el crea- pero están
obligados a experimentar su creación en carne propia para que sepan si
crearon armonía o crearon sufrimiento. Con esa intención exhala
consciencias inocentes, vulnerables por ser creadas vacías de
información, que encarnan para interactuar los unos con los otros. Así
encuentran que es verdad, que genera armonía, que crea la excelencia,
que pensamientos, decisiones y acciones les permiten conectar con la
fuente para tener una vida feliz y cuales no.
La inocencia se convierte
rápidamente en ignorancia al creer todo lo que le dicen, acepta falsas
creencias y falsa información de quienes aún no han acumulado sabiduría y
discernimiento sobre que produce bienestar y que produce sufrimiento.
Sin embargo el Plan Divino tiene un método perfecto para garantizar que
los aprendices de creadores aprendan a crear realidades perfectas. Sin
violar su libre albedrío, impulsa su evolución utilizando su deseo de
ser felices, de ser abundantes, sanos y de tener buena compañía. Les
permite buscar por ensayo y error lo verdadero, la manera para no sufrir
y para ser felices.
La ignorancia colectiva crea
experiencias -como la guerra- que solo producen sufrimiento -porque lo
que es falso siempre produce sufrimiento y lo que es verdadero siempre
genera armonía- cuya experiencia en carne propia genera en sus creadores
un profundo sufrimiento. Sentir la muerte violenta de los seres que
aman y la destrucción total de su realidad, los lleva a valorar el
consenso, el acuerdo y la paz, logrando que el error que condujo a la
guerra no se repita. La búsqueda egoísta de la felicidad individual
genera la evolución de la consciencia, el descubrimiento y la
comprensión de lo que es verdad: la humildad, la serenidad, la
incondicionalidad, la neutralidad, el respeto, la tolerancia, el amor.
Todas características esenciales del absoluto creador del Universo de
cien mil millones de soles.
El Plan Divino dispone que esos
soles se agrupen en galaxias y que cada una de ellas albergue en su
interior seres en distintos niveles evolutivos, con distintas
capacidades y rangos de percepción de la realidad. Entre todos conforman
un entramado perfecto en el que todos evolucionan al relacionarse los
unos con los otros. Un entramado de consciencias experimentando en
distintos reinos: el angélico, el de los elementales, el de los
minerales, el vegetal, el animal, el de los seres humanos, el de los
maestros ascendidos, los regentes planetarios y galácticos y el de las
divinidades.
El Plan Divino impulsa la evolución
de todos esos seres, de manera que den saltos cuánticos dentro de los
niveles de su propio reino y de ahí asciendan al reino inmediatamente
superior, así garantiza que todos alcancen la iluminación. Para ello
los centros galácticos palpitan en dos intensidades distintas: Cada
26.000 años emanan una súper onda de energía, que activa los soles a
irradiar más energía durante un intervalo muy corto de tiempo. Esto
produce poderosos vientos solares -materia expulsada por el Sol- que
golpea el campo magnético protector del planeta y lo empuja hacia
adentro, comprimiendo la atmósfera, lo que a su vez empuja las placas
tectónicas que no solo le dan forma al planeta, sino que contienen el
magma hirviente de su núcleo.
El movimiento activa uno de los 4
elementos o su combinación para generar un cataclismo:
Tierra-terremotos, Agua-inundaciones, diluvios, derretimiento de los
hielos, cambios de clima, tsunamis. Fuego-erupciones volcánicas, cambios
drásticos de clima, Aire-tornados, huracanes. El cataclismo produce el
Fin del Mundo sobre el planeta, al que sobreviven unos pocos Noés, que
son los encargados de sembrar una civilización sobre la Tierra que
produzca nuevas experiencias y nuevas comprensiones.
Y en el punto medio de cada Gran
Ciclo Cósmico, 13.000 años después del cataclismo, cuando una nueva
civilización ya está asentada sobre el planeta, los centros galácticos
vuelven a pulsar pero con menor intensidad. Los soles se activan
nuevamente aumentando su irradiación hacia los planetas, pero esta vez
no en una intensidad capaz de provocar un cataclismo.
El propósito del Plan Supremo es
que esa energía adicional eleve la frecuencia resonante residente en los
planetas. Todo planeta capaz de albergar seres humanos en evolución,
tiene una cavidad hermética entre su corteza sólida y la Ionosfera -la
piel de su atmósfera- en la resuena permanente una onda de muy baja
frecuencia vibratoria que es como el latido de su corazón. Se llama la
frecuencia de resonancia Schumann por su descubridor y obviamente afecta
la mente de los seres rodeados por ella. Esta frecuencia -que se ajusta
a esa cavidad esférica- se eleva porque al llegar más energía del Sol a
la Ionosfera, aumenta la carga eléctrica que allí reside.
Esto hace que
caigan mas rayos, centellas y que aumenten las tormentas eléctricas
alrededor del planeta. Cada rayo que cae golpea la corteza y genera una
onda que resuena dentro de esa cavidad esférica, acelerando el latido
del planeta. Esto afecta la mente del hombre y estimula una ampliación
en su rango de percepción de la realidad, ve más de lo invisible, lo que
amplía su consciencia y estimula un replanteamiento de su realidad.
En ese corto intervalo de tiempo
-solo 40 años, en el punto medio de un ciclo que tiene 26.000 años- nos
encontramos ahora. 13.000 años exactos después del diluvio universal, en
un intervalo de cambio muy rápido e intenso. El planeta aceleró su
latido pasando de 8 pulsaciones por segundo a 13 pulsaciones por
segundo. Los rápidos e intensos cambios que suceden en la naturaleza y
los que está experimentando nuestra sociedad, nos confirman que estamos
recibiendo el flujo de energía del ritmo intermedio del Gran Ciclo y que
nuestro mundo se encuentra en el período de transformación que los
Mayas llamaron ¨El Tiempo del No-Tiempo¨.
El que luego de un profundo
reajuste del orden existente, dará paso a 13.000 años de luz.
Experimentamos un ¨Momento Evolutivo¨, una coyuntura única en la que
tenemos la oportunidad de definir como queremos que sea la sociedad en
la que queremos vivir. Cambios de todo tipo, sociales, políticos,
económicos, religiosos, tecnológicos e innumerables fenómenos naturales
científicamente comprobados, están provocando actualmente una gran
Crisis Planetaria y son señal que el Gran Cambio profetizado por los
Mayas está en proceso. No vivimos entonces el fin del mundo sino su
transformación en un mundo nuevo.
Fernando Malkún
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