EL CONTRATO QUE ACEPTO TODAS LAS MAÑANAS
Jorge Ramos | En el momento en que nos levantamos por la mañana actuamos como robots que cumplen a la perfección con el programa preestablecido. Un programa que nosotros mismos firmamos como un contrato y que alimentamos cada día a veces sin darnos cuenta de ello. De vez en cuando es bueno recordar que tipo de contrato estamos aceptando, solo por el simple hecho de que cuando estemos por la mañana afeitándonos delante del espejo, o maquillándonos lo ojos, reflexionemos si merece la pena continuar, o es el momento de romper el viejo contrato y redactar entre tod@s uno nuevo que respete todo lo que el anterior no hizo.Os invito a recordar y reflexionar que tipo de contrato es el que TOD@S estamos aceptando:
PD: Para los perezosos de la lectura, al final de la entrada disponen del vídeo.
¿ACEPTAMOS?
Poco importan nuestras creencias o nuestras ideas políticas, el sistema
instituído reposa en el acuerdo tácito de un tipo de contrato aprobado
por cada uno de nosotros que a grandes rasgos os expongo:
Acepto la competitividad como base de nuestro sistema,
aunque soy consciente de que este funcionamiento engendra frustracion y
cólera a la inmensa mayoría de los perdedores.
Acepto que me humillen o me exploten a condición de que
se me permita humillar o explotar a otro que ocupe un lugar inferior en
la pirámide social.
Acepto la exclusión social de los marginados, de los
inadaptados y de los débiles porque considero que la carga que puede
asumir la sociedad tiene sus límites.
Acepto remunerar a los bancos para que ellos inviertan
mi sueldo a su conveniencia y que no me den ningún dividendo de sus
gigantescas ganancias (ganancias que servirán para atracar a los países pobres, hecho que acepto implícitamente).
Acepto también que me descuenten una fuerte comisión por prestarme
dinero, dinero que proviene exclusivamente de los otros clientes.
Acepto que congelemos o tiremos toneladas de comida
para que los cursos bursátiles no se derrumben, en vez de ofrecérsela a
los necesitados y de permitir a algunos centenares de miles de personas
no morir de hambre cada año.
Acepto que sea ilegal poner fin a tu propia vida
rápidamente, en cambio tolero que se haga lentamente inhalando o
ingeriendo substancias tóxicas autorizadas por los gobiernos.
Acepto que se haga la guerra para así hacer reinar la paz.
Acepto que en nombre de la paz, el primer gasto de los Estados sea el de defensa. Entonces acepto
que los conflictos sean creados artificialmente para deshacerse del
stock de armas y así permitir a la economía mundial seguir avanzando.
Acepto la hegemonía del petróleo en nuestra economía, aunque es una energía muy costosa y contaminante y estoy de acuerdo en impedir todo intento de sustitución si se desvelara que hemos descubierto un medio gratuíto e ilimitado de producir energía. Acepto que sería nuestra perdición.
Acepto que se condene el asesinato de otro humano, salvo que los gobiernos decreten que es un enemigo y me animen a matarlo.
Acepto que se divida la opinión pública creando unos
partidos de derecha y izquierda que tendrán como pasatiempo la pelea
entre ellos haciéndome creer que el sistema está avanzando.
Además acepto toda clase de división posible con tal
que esas divisiones me permitan focalizar mi cólera hacia los enemigos
designados cuando se agiten sus retratos ante mis ojos.
Acepto que el poder de fabricar la opinión pública,
antes ostentado por las religiones, esté hoy en manos de hombres de
negocios no elegidos democráticamente que son totalmente libres de
controlar los Estados, porque estoy convencido del buen uso que harán
con él.
Acepto que la idea de la felicidad se reduzca a la
comodidad; el amor al sexo y la libertad a la satisfacción de todos los
deseos, porque es lo que me repite la publicidad cada día. Cuanto más
infeliz soy más consumo. Cumpliré mi papel contribuyendo al buen
funcionamiento de nuestra economía.
Acepto que el valor de una persona sea proporcional a
su cuenta bancaria, que se aprecie su utilidad en función de su
productividad y no de sus cualidades, y que sea excluído del sistema si
no produce lo suficiente.
Acepto que se recompense cómodamente a los jugadores de
football y a los actores y mucho menos a los profesores y los médicos
encargados de la educación y de la salud de las futuras generaciones.
Acepto que se destierre de la sociedad a las personas
mayores cuya experiencia podría sernos útil, pues, como somos la
civilización más evolucionada del planeta (y sin duda del universo) sabemos que la experiencia ni se comparte ni se transmite.
Acepto que se me presenten noticias negativas y
aterradoras del mundo todos los días, para que así pueda apreciar hasta
qué punto nuestra situación es normal y cuánta suerte tengo de vivir en
Occidente. Sé que mantener el miedo en nuestros espíritus sólo puede ser
beneficioso para nosotros.
Acepto que los industriales, militares y jefes de
Estado celebren reuniones regularmente para, sin consultarnos, tomar
decisiones que comprometen el porvenir de la vida y del planeta.
Acepto consumir carne bovina tratada con hormonas sin que explícitamente se me avise. Acepto que el cultivo de OGM (Organismos Genéticamente Modificados)
se propague en el mundo entero, permitiendo así a las multinacionales
agroalimentarias patentar seres vivos, almacenar ganancias considerables
y tener bajo su yugo a la agricultura mundial.
Acepto que los bancos internacionales presten dinero a
los países que quieren armarse y combatir, y que así elijan los que
harán la guerra y los que no. Soy consciente de que es mejor financiar a
los dos bandos para estar seguros de ganar dinero y prolongar los
conflictos el mayor tiempo posible con el fin de poder totalmente
arrebatar sus recursos si no pueden reembolsar sus préstamos.
Acepto que las multinacionales se abstengan de aplicar
los progresos sociales de Occidente en los países desfavorecidos.
Considerando que ya es una suerte para ellos que los hagan trabajar.
Prefiero que se utilicen las leyes vigentes en estos países que permiten
hacer trabajar a niños en condiciones inhumanas y precarias. En nombre
de los derechos humanos y del cuidadano, no tenemos derecho ejercer
injerencia.
Acepto que los laboratorios farmacéuticos y los
industriales agroalimentarios vendan en los países desfavorecidos
productos caducados o utilicen substancias cancerígenas prohibidas en
Occidente.
Acepto que el resto del planeta, es decir cuatro mil
milliones de individuos, pueda pensar de otro modo a condición de que no
venga a expresar sus creencias en nuestra casa, y todavía menos a
intentar explicar nuestra Historia con sus nociones filosóficas
primitivas.
Acepto la idea de que existen sólo dos posibilidades en
la naturaleza, a saber: cazar o ser cazado, y si estamos dotados de una
conciencia y de un lenguaje, ciertamente no es para escapar de esa
dualidad, sino para justificar por qué actuamos de ese modo.
Acepto considerar nuestro pasado como una continuación
ininterrumpida de conflictos, de conspiraciones políticas y de
voluntades hegemónicas, pero sé que hoy todo esto ya no existe porque
estamos en el summum de nuestra evolución, y porque las reglas que rigen
nuestro mundo son la búsqueda de la felicidad y de la libertad para
todos los pueblos, como lo oímos sin cesar en nuestros discursos
políticos.
Acepto sin discutir y considero como verdades todas las
teorías propuestas para la explicación de los misterios de nuestros
orígenes. Y acepto que la naturaleza haya podido dedicar millones de
años para crear a un ser humano cuyo único pasatiempo es la destrucción
de su propia especie en unos instantes.
Acepto la búsqueda del beneficio como fin supremo de la Humanidad y la acumulación de riqueza como realización de la vida humana.
Acepto la destrucción de los bosques, la casi
desaparición de los peces en los ríos y en nuestros océanos. Acepto el
aumento de la polución industrial y la dispersión de venenos químicos y
de elementos radiactivos en la naturaleza.
Acepto la utilizacion de toda clase de aditivos
químicos en mi alimentación, porque estoy convencido de que si se añaden
es porque son útiles e inócuos.
Acepto la guerra económica que actúa con rigor sobre el planeta, aunque siento que nos lleva hacia una catástrofe sin precedentes.
Acepto esta situación, y supongo que no puedo hacer nada para cambiarla o mejorarla.
Acepto no plantear ninguna cuestión, cerrar los ojos sobre todo esto y no formular ninguna oposición verdadera, porque estoy demasiado ocupado por mi vida y mis preocupaciones.
Incluso acepto defender a muerte este contrato si usted me lo pide.
Acepto pues, en mi alma y conciencia y definitivamente
esta matriz triste que usted coloca delante de mis ojos para abstenerme
de ver la realidad de las cosas.
Sé que todos ustedes actúan por mi bien y el de todos, y por eso les doy las gracias.
“Acepto” es un texto -publicado en 2003 para conmemorar el triste aniversario de los acontecimientos del 11 de septiembre- “altamente simbólico para la humanidad“. Este texto, que fue leído, entre otros, en la radio francesa NSEO.com
, nos recuerda severamente el contrato social que aceptamos con
prórroga. Un acuerdo tácito que firmamos cada mañana al despertar y
simplemente no hacer nada. Algo más que una crítica social, en este
breve texto se destacan los hechos resultantes de nuestra innegable
predilección por la comodidad, la indiferencia y la marginación.
Hecho por Amistad sobre la Tierra, el 11 de septiembre 2003. Un anónimo que envió el texto a NSEO para que fuese radiodifundido.
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