jueves, 13 de septiembre de 2018
¿QUIEN PUEDE HACERTE VIBRAR EL ALMA?
Cualquiera te puede acelerar el corazón, pero no cualquiera te hace vibrar el alma
Afortunado aquel que haya podido experimentar la lluvia de sensaciones y emociones que
se sienten con el simple hecho de pensar en el ser amado. Indiscutiblemente resulta muy
placentero cuando con un mensaje al oído la piel se eriza y se acelera el corazón, pero esto
queda corto y pequeño comparado a la sensación de que alguien haga vibrar nuestra alma.
Acariciar el alma va más allá de un aspecto físico en la relación, va más allá de lo evidente,
es un proceso que se lleva a cabo desde la profundidad del ser, cuando se produce una
conexión emocional que supera en intensidad a lo que sentimos a través de cualquier
encuentro físico.
Vamos por la vida conociendo a muchas personas, unas nos gustan más que otras, unas
nos brindan cosas que otras no, a algunas les damos una parte de nuestro ser mientras,
pero todo eso se ve tan pequeño cuando en realidad nos topamos con esa persona que nos
hace vibrar el ama, con quien sentimos una conexión que va más allá de lo conocido, que
trasciende los espacios, que nos hace pensar que todo lo vivido anteriormente fue un demo
en cuanto al amor se refiere.
A esta persona la apreciamos más allá de lo físico, nos despierta los sentimientos más
profundos, con ella nuestros instrumentos de medición cambian sus escalas de medición
para adaptarse a lo que sentimos. Es fascinante como luego de conocer a esa persona nada
vuelve a ser como antes, nuestra vida queda con una especie de tatuaje en el corazón y se
fomenta un sentido de pertenencia y de permanencia que hace que todo lo demás carezca
de sentido.
Sabemos que nadie es perfecto, pero también sabemos que hemos encontrado a la persona
que hace perfecta nuestra vida, que aun respetando nuestros espacios, nuestra
independencia, nuestros proyectos individuales, somos uno, que nos conocemos como si la
eternidad se hubiese encargado de cruzarnos una y otra vez, para amarnos una y otra vez.
Nuestras hormonas bañan nuestros espacios físicos, mientras nos deleitamos con la energía
que fluye en nuestro ser, esa energía que nos aclara que todo está bien, que la admiración,
que el amor, que las ganas, que la complicidad, que la amistad están perfectamente
acopladas con la del otro.
En estas uniones las distancias físicas pierden importancia, la conexión va más allá, no hay
ningún miedo a perder al ser amado, porque se sabe que no sería una pérdida, se sabe que
será una pausa porque en definitiva están conectados a través de algo que no conoce de
tiempo, ni de distancias, ni de separaciones, se saben uno viajando y encontrándose a lo
largo de sus vidas, que van más allá de lo que sabemos manejar.
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